La gente prefiere que se la coman los gusanos antes que incinerarse

Japón: 95%. Gran Bretaña: 68%. Suecia: 58%. Nueva Zelanda: 54%. Madrid: sólo siete de cada 100 muertos son incinerados. «Todavía hay mucha prevención contra el tema, pero poco a poco se van convenciendo de que es el método más sencillo y el más higiénico». Pilar Zaragoza, vicesecretaria de la Asociación Crematoria Madrileña, ve con buenos ojos el futuro de la cremación. 

Luisa Juanola, presidenta de esta singular asociación de 199 afiliados y diez años de vida, recuerda que a principios de los setenta hubo que quemar en una pira de leña a un diplomático hindú porque no había crematorio en Madrid. El primero de los tres hornos que funcionan en La Almudena se abrió en 1973 «por Si surgía la demanda de algún extranjero». En 1981 se incineraron en Madrid 153 cadáveres. Tres años más tarde eran ya 583. El año pasado estuvo a punto de llegarse a los 2.000. Los tiempos están cambiado, y el miedo al fuego ha ido remitiendo. 

Según una reciente encuesta realizada por la Empresa de Servicios Funerarios, el 42% de los madrileños prefieren la cremación antes que la sepultura perpetua (24%), el panteón familiar (17%) o el nicho (7%). El 34% piensa que la cremación es la fórmula más económica y el 71% que es la más higiénica. De momento, la cremación está subvencionada y cuesta poco más de 4.000 pesetas, aparte de la caja y del traslado del féretro. Razones a favor y en contra hay para todos los gustos: «Enterrar es dejárselo a los gusanos, y eso para mí es mucho más desagradable». 

«¿A usted le gustaría que a su hermano, una vez muerto, le abrieran en canal. Pues lo mismo». «Una vez que muere una persona se lleva en la mente el recuerdo; lo demás son cosas superfluas». «Para mí sería espantoso quemar a mi propia madre, aunque esté muerta». «Es un espectáculo bonito, si vale la palabra. Es algo muy aséptico... Dejan el féretro en un escenario con cortinillas y una luz. Hay una señorita muy maja que dice que si alguien quiere decir algunas palabras y se oye una música muy dulce». «A mí, una vez muerta, que me quemen o que me tiren al cubo de la basura. Pero, ¡Por Dios! A mis hijos que no les toquen». «Tú no estás quemando a tu persona querida; a tu persona querida te la quedas tú». 

En la asociación crematoria de la capital madrileña lo tienen muy claro, y desde su modesta sede de la Funeraria están empeñados en extender sus tentáculos por toda España. Su doctrina queda bien patente en boca de Luisa Juanola: «Rindamos culto a nuestros difuntos, pero hagámoslo en nuestros corazones y dejemos la tierra para los vivos. Que en lugar de cementerios tristes y deprimentes haya parques donde los niños corran».

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