Henry Roth se acostó con su hermana
Henry Roth, todavía adolescente, mantuvo relaciones sexuales con su hermana Rose y con su prima Silvia. El engrudo de la vergüenza y la culpa por el pecado del incesto están entre las variadas causas de un silencio anómalo y excepcional: cerca de seis décadas de desaparición, sin volver a publicar un libro desde que, en 1934, diera a la imprenta, con 28 años, Llámalo sueño, que hoy es un clásico de la literatura norteamericana del siglo XX y que, en su día, fue un fracaso.
Hijo de inmigrantes provenientes de Galitzia -hoy en Ucrania-, Henry Roth vivió una infancia pobre y atroz en Brooklyn, en el Lower East Side y en Harlem. Su padre, repartidor de leche, era un hombre colérico que despreciaba a su hijo y lo empujaba, en busca de consuelo, hacia los brazos de su comprensiva madre, por la que Henry llegó a sentir pulsiones eróticas que también lo dañaron.
El traslado familiar a Harlem, entre violentos niños irlandeses e italianos que se mofaban de su condición judía, incrementó otro de los traumas de su vida, que dificultó gravemente la configuración de su voz y de su conciencia de escritor: la relación de amor-odio respecto a su identidad como judío y a su sentimiento de pertenencia a la comunidad judía.
Acabados sus estudios, Roth salió a escape de Harlem y del explosivo núcleo familiar, entregándose a un largo romance con una mujer 12 años mayor que él. Eda Lou Walton vivía en Greenwich Village, barrio de artistas, y era poeta, crítica de literatura y profesora de la Universidad de Nueva York. De manual: Henry encontró una amante y una madre.
Fue Eda quien le animó y le ayudó a escribir Llámalo sueño, quien le descubrió el Ulises de Joyce -determinante en esa novela- y quien lo sostuvo económicamente. Sin embargo, después de 11 años de convivencia, Roth pensó que la protección y el dirigismo de Eda Lou Walton le estaban manteniendo en un estado de inmadurez sin salida. También sufría con la declarada relación de Eda con otro hombre.
En 1938, Roth -instigado por Eda- pasó una temporada en Yaddo, en una residencia para creadores. La estancia fue improductiva, pero allí el escritor conoció a Muriel Parker, pianista y compositora, se enamoró de ella y abandonó a Eda. Todo esto -y bastante más- se cuenta en Un americano.
Pero volvamos atrás para ir hacia adelante. Llámalo sueño se publicó en 1934 -todavía en tiempos de Eda-, tuvo críticas buenas y malas. Apenas vendió 1.000 ejemplares. Entre las críticas malas, fueron unánimes las censuras de las publicaciones izquierdistas, que acusaban a Roth de entregarse a una temática y a un experimentalismo burgueses, descuidando sus obligaciones como buen escritor proletario.
Y es que Henry Roth se había adherido al Partido Comunista. Agobiado por los reproches de sus correligionarios, Roth intentó narrar en su segunda novela la vida de los obreros. Pero no consiguió superar las 80 páginas. Eso no era lo suyo. La escisión entre su militancia comunista y su instinto como escritor fue otra de las causas de su largo silencio.
Casado ya con Muriel Parker en 1939, Henry Roth enmudece como novelista y decide vivir como un hombre corriente, eso sí, acosado por depresiones constantes y por importantes trastornos de personalidad. Muriel sacrifica su carrera como pianista y se pone a dar clases. Mientras nacen dos hijos, Jeremy y Hugh, Roth, entre Boston y Maine, trabaja en oficios diversos para ganarse malamente la vida: será leñador, enfermero de un manicomio y profesor particular, entre otras ocupaciones.
En 1961, morirá Eda Lou Walton -ajena a la vida oscura de Roth- sin llegar a conocer lo que se avecina. En 1964, un editor rescata Llámalo sueño, lo publica en bolsillo y un crítico del New York Times afirma que es una de las grandes novelas del siglo. El libro vende ahora un millón de ejemplares. La gloria, el dinero y los periodistas llaman a la puerta de la granja en la que el anónimo Henry Roth se dedica a criar y desplumar patos para la industria cárnica. ¿Volverá ahora a escribir?
No puede. La sobrevenida celebridad le descoloca de su posición de tipo corriente que masca en privado sus angustias. Concibe la literatura como expresión de la experiencia personal. ¿Está preparado para contar sus incestos? No. Sigue en el Partido Comunista, ¿podrá ahora escribir la novela realista y proletaria que se le exige? Tampoco, no le interesa.
Se aleja todavía más de Nueva York, se va a Alburquerque (Nuevo México), ciudad natal, por cierto, de Eda Lou Walton, donde vive en un remolque. Y, poco a poco -muy poco a poco-, toma fuerzas y se pone en claro. Un viaje a Israel lo reconcilia parcialmente con el judaísmo: redescubre lo inexorable de su identidad y de su pertenencia. La Unión Soviética apoya a los árabes contra Israel en la Guerra de los Seis Días. Roth, indignado, rompe con el Partido Comunista.
¿Ahora? Todavía no. Escribe y publica un libro de ensayos. Pero la novela se le resiste. Tiene que pasar más tiempo todavía. Será en la década de los 80, con más de 70 años de edad, cuando Henry Roth, con las manos destrozadas por la artritis reumatoide, aborde la monumental tetratalogía A merced de una corriente salvaje (Alfaguara), donde transformado ahora en Ira Stigman -su alter ego- consigue contar, en miles de páginas, toda su infancia y juventud, lo que no contó en Llámalo sueño, incluidas sus escondidas experiencias incestuosas.
Pero Muriel muere, después de 51 años de matrimonio, en 1990, cuatro años antes de que se publique el primero de los cuatro volúmenes y de saber que su marido vuelve a ser saludado como uno de los grandes escritores del siglo. Destrozado, Henry Roth, aislado en una funeraria habilitada como vivienda, termina su febril tarea y también muere, en 1995, sin llegar a ver publicados el tercero y el cuarto.
Pero, con más de 80 años, Henry Roth había escrito dos novelas más. Una permanece inédita. La otra es Un americano, que ahora edita Alfaguara, que narra la ruptura con Eda y el amor por Muriel, con el magistral telón de fondo de la Depresión -sátira de un comunista incluida- y con un viaje de ida y vuelta entre Nueva York y Los Ángeles.
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