Santo Tomé no da información falsa

Francisco Paesa, actual representante permanente adjunto de Santo Tomé en la embajada ante la ONU en Ginebra, no es conocido en la isla a escala popular. 

Nadie en los barrios de pescadores o en los ambientes de las plantaciones de cacao ha oído nunca su nombre. Sin embargo, la casualidad quiso que encontrara en mi primera mañana en la isla a una persona que lo había conocido. Caminaba por el paseo marítimo de Santo Tomé sofocado por un calor asfixiante cuando me pararon dos muchachos que estaban cortando cocos con un gran machete oxidado. 

Los extranjeros son asediados por los nativos en busca de noticias del exterior. Se sorprendieron mucho de que yo fuera español. Me explicaron que ellos conocían a un español que había pasado por la isla hacía dos meses. Un hombre simpático, me explicaron, no demasiado alto. Uno de mis interlocutores era Manuel Piris, funcionario de bajo rango en el Ministerio de Asuntos Exteriores, una edificación de dos plantas que se hallaba precisamente frente a la playa en que nos encontrábamos.

El español al que habían conocido era Francisco Paesa. En el hotel Miramar, el único de la isla, María, la recepcionista, una joven procedente de Guinea Ecuatorial que habla perfectamente castellano, recordaba también a Paesa. «Estuvo aquí hace dos meses, en febrero. Vino acompañado de otro hombre alto y de dos chicas. Eran unas parejas muy amables, que daban siempre muy buenas propinas». Conseguir oficialmente la confirmación de que Paesa tuviera relación con la isla fue mucho más complicado. Los periodistas de la agencia de prensa nacional me comentaron que era materia reservada de la que no se había hablado en los medios de comunicación. Aparentemente y según la versión oficial que días más tarde me daría el ministro de Asuntos Exteriores, Carlos da Graca, nadie del gobierno conocía en la isla las vinculaciones de Paesa con los GAL, ni sus problemas con la Justicia por éste motivo.

La información, según pudimos confirmar en diversas fuentes, no era cierta. Uno de los directores del Ministerio de Cooperación reconocía a EL MUNDO que el nombramiento de Francisco Paesa como diplomático de esta república había motivado grandes discusiones en el Gobierno. Según la misma fuente, primero se propuso a Paesa como embajador de Santo Tomé y Príncipe en Luxemburgo. Este país rechazó el nombramiento, por lo que se tuvo que buscar una nueva embajada en otra nación. Los partidarios y los detractores de Paesa discutieron a continuación la posibilidad de nombrarle representante permanente en la ONU, en Ginebra.

La oposición de los detractores consiguió rebajar el cargo a representante adjunto, en el nivel de consejero -segundo en rango en una embajada, por debajo del propio embajador, que será nombrado en breve. Carlos Castro, director de cooperación bilateral entre España y Santo Tomé, reconoció también que la presión para nombrar a Paesa como diplomático de Santo Tomé procedía de la máxima autoridad de la república. Nos confirmó que la ayuda española en compensación por acoger al deportado etarra Alfonso Etxegarai, que se produjo en 1986, era muy importante y que sería muy pronto muy superior a la actual, 400 millones de pesetas anuales, rebajados tras el escándalo a 60. «Se ha firmado ya un convenio para la remodelación y adecuación de un hospital. También participará España en la construcción de una Escuela de Enfermeras. Sólo estos proyectos ya rebasarían los 500 millones de pesetas.

En el mes de mayo concretaremos todos estos acuerdos en una reunión bilateral que ya está programada», dijo. Respecto a si conocían los problemas de Paesa con la Justicia española, EL MUNDO ha podido saber en Santo Tomé que el embajador de este país en EE UU y ante la ONU, con sede en Nueva York, comentó a un miembro de la colonia española en la isla que él personalmente se había encargado de hacer una investigación para conocer con detalle quién era Francisco Paesa y que esperaba todo el tumulto que ha formado su nombramiento. La ayuda española, que comenzó en 1986, ha supuesto, además, la visita a la isla de dos funcionarios de seguridad españoles, uno de los cuales era capitán de la Guardia Civil. Estos participaron en la adecuación de sistemas de seguridad.

Llegar a la República Democrática de Santo Tomé y Príncipe no es fácil. Un avión de la TAP, las líneas aéreas portuguesas, aterriza una vez por semana procedente de Lisboa.

Para conseguir plaza hay que entrar en una larga lista de espera. Otro procedimiento es cruzar el continente africano y saltar hasta Santo Tomé desde la capital de Gabón, Libreville, en un pequeño y destartalado avión de hélice de la línea aérea Ecuatoriana de aviación, que hace el recorrido cinco días a la semana. La llegada al pequeño aeropuerto de Santo Tomé supone enfrentarse con el calor húmedo e insoportable de una isla volcánica con vegetación exuberante. El clima es tropical. La línea del Ecuador cruza la isla por el medio. En Santo Tomé no hay turistas. Las playas salvajes y el exotismo de la naturaleza podrían convertirlo en un punto importante de afluencia para gente con necesidad de nuevos lugares, de experiencias más fuertes. El problema es que nadie puede garantizar la salud de los que llegan. Según datos oficiales, el nivel de paludismo alcanza al 67 por ciento de la población. Es una clase de paludismo que produce además ataques agudos, con los que el paciente puede entrar rápidamente en coma.

A pesar de estas circunstancias, el único hotel de la isla, el hotel Miramar, siempre está lleno de extranjeros. Lo construyeron los yugoslavos en 1986. Luego cayó en manos de un millonario alemán, que es quien le ha dado vida. Es la misma persona que posee la primera urbanización moderna que se ha construido, cerca del aeropuerto, y dicen que ya ha comprado la mejor parte de playa de la isla cercana de Príncipe, mucho más pequeña y salvaje que Santo Tomé. Los viajeros occidentales del hotel Miramar son una mezcla extraña de buscavidas, hombres de negocios y últimamente, petroleros. La noticia mejor guardada de la isla es que se ha encontrado petróleo en una zona que actualmente está acordonada a cal y canto por el pequeño ejército de la República.

Expertos internacionales están levantando una plataforma de prospección para determinar la importancia y la cuantía de lo descubierto y, sobre todo, de lo que queda por descubrir. Para los pescadores de la isla no es ninguna sorpresa. Aseguran a todos los que quieren escucharles que a lo largo de varias generaciones, en una línea recta imaginaria que une la isla de Santo Tomé con la de Príncipe se encuentran con burbujas de un líquido negro y viscoso que asciende a borbotones hasta la superficie. Al margen del petróleo, los intereses económicos internacionales tienen puesto su punto de vista en esta república que puede convertirse en una nueva Panamá, al servicio del movimiento de capitales. Desde el lado doméstico, Santo Tomé ha sido hasta los años 50 un ejemplo de economía de monocultivo bien planificada. Los habitantes de la colonia portuguesa tenían perfectamente distribuidas sus funciones. Los más independientes eran pescadores que utilizaban, igual que ahora, sistemas de pesca rudimentarios en pequeñas embarcaciones de madera hechas con troncos de árboles.

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